



El Principito
“El Principito”, novela corta y la obra más famosa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, ganador de varios de los principales premios literarios de Francia y piloto militar a comienzos de la Segunda Guerra Mundial escribió e ilustró el manuscrito mientras se encontraba exiliado en los Estados Unidos luego de la batalla de Francia. La obra fue publicada el 6 de Abril de 1943. En el, un piloto se encuentra perdido en el desierto del Sahara luego de que su avión sufriera una avería pero para su sorpresa, es allí donde conoce a un pequeño príncipe proveniente de otro planeta. La historia tiene una temática filosófica, donde se incluyen críticas sociales dirigidas a la «extrañeza» con la que los adultos ven las cosas. A pesar de que es considerado un libro infantil por la forma en la que se encuentra escrito, también posee observaciones profundas sobre la vida y la naturaleza humana. Esto se puede ejemplificar con el encuentro entre el principito y el zorro, quien le enseña el verdadero sentido de la amistad y la esencia de las relaciones humanas; de hecho, la esencia misma del libro se encuentra reflejada en el secreto que le obsequia el zorro al principito: «Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos». Asimismo, otras temáticas principales son expresadas a través de frases del zorro, tales como «Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado» y «El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante». Esta obra maestra fue llevada a la pantalla grande en una adaptación durante el año 2015.En esta versión cinematográfica la historia da un punta pie inicial con una mujer que desea obsesivamente que su hija (Aurora) sea admitida en una escuela de prestigio. Para ello, diseña un complejo itinerario que la pequeña deberá seguir todos los días del verano y que contempla las horas de estudio y hasta los escasos minutos que tiene para ingerir alimentos.
Un día, Aurora se encuentra a su vecino, un viejo aviador que comienza a contarle historias sobre un principito que conoció cuando se quedó varado en el desierto después de estrellar su avión. A partir de ese momento, dos líneas narrativas son desarrolladas de manera paralela: la de la niña y la del principito, cada una con un estilo específico de animación. Lo primero que pudiera incomodar al ver la película (o inclusive desde que observamos los posters y demás materiales promocionales), es la inclusión de nuevos personajes, pues se presta a asumir que solo serán distractores que buscarán el alivio cómico de la premisa.
Pero desde los primeros instantes, la cinta deja claro que eso no sucederá. La madre y la niña sirven como recipientes de distintos puntos del texto original. El ingreso forzado al mundo adulto que quiere desencadenar la primera sobre su hija, es propuesto cuando no han transcurrido ni cinco minutos. La paleta de tonalidades grisáceas es la constante cuando estamos en el plano real, habitado por adultos aburridos atentos a números, estadísticas y estatus. Pero cuando conocemos al aviador y nos adentramos al mundo del Principito, la propuesta visual cambia diametralmente. La animación stop-motion que surge durante los relatos del aviador no es gratuita. Funge como recordatorio de que ilusión y fantasía (cualidades de nuestra apreciación durante la niñez) son fundamentales, pues sin ellas sería imposible percatarnos para no hacer referencia a que tratamos de evadir el absurdo en que habitualmente cae la vida adulta. El largometraje usa animación cuadro por cuadro para el cuento y animación por computadora para la narración adicional.
“Crecer no es el problema, olvidar lo es”, es la línea que más eco genera en la película.
No es raro ver vulneradas las fibras más sensibles de uno mismo en varios momentos. Y sorprende que para ello, la cinta no se valga de herramientas obvias o lacrimógenas, sino simplemente de exposición y discursos. El último acto de la película está evidentemente armado para retener la atención de los más niños. Pero aun cuando resulta desconcertante, logra mantener intacto el discurso central así como el mensaje del libro. Quizá El principito sea una película tibia para el público infantil, pero para los adultos (que aún estén vivos por dentro) es una obra mayúscula, de esas que pocas veces se ven en el cine animado contemporáneo. El principito es una versión respetuosa y adorablemente reinventada del clásico de Saint-Exupery. Permanece fiel a su atemporal representación del sobrecogimiento de la infancia frente a la desilusión adulta.
